Hero y Leandro by Museo

Hero y Leandro by Museo

autor:Museo [Museo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Filosófico
editor: ePubLibre
publicado: 0480-01-01T00:00:00+00:00


HERO Y LEANDRO

Habla, diosa[1], del candil[2], testigo de furtivos amores, y de quien de noche ponía rumbo[3] a unos himeneos que la mar le hacían cruzar, y de la boda tenebrosa, que no vio el imperecedero Día, y de Sesto y Abido[4], donde la boda nocturna de Hero. Del nadar de Leandro y del candil juntamente oigo hablar, del candil pregonero del recado de[5] Afrodita, emisario propicio de la boda de Hero, en la noche desposada, del candil, gloria del amor, que Zeus etéreo debiera haber llevado, acabada su nocturna empresa, a la 10 constelación de los astros[6] y haberlo llamado, ya que a los novios unió, astro de los amores, porque aliado fue en las cuitas del amoroso delirio y el mensaje guardó de unos insomnes himeneos, antes que cruel con sus ráfagas soplara un viento enemigo. Pero, ¡ea!, tu canto acopla con el mío al idéntico fin del candil apagándose y de Leandro muriendo[7].

Frente a frente, Sesto y Abido se asomaban al mar: son ciudades vecinas[8]; y Eros, con su arco distendido[9], a las dos ciudades les lanzó una sola flecha[10], e inflamó a un doncel y una doncella[11]. Por nombres tenían el seductor 20 Leandro y la doncella Hero. Ella en Sesto habitaba y él en el alcázar de Abido, de ambas ciudades luceros bellísimos ambos[12], el uno al otro parecido[13]. Y tú, si por allí un día pasas, búscame una torre[14], donde en tiempos Hero de Sesto fijaba sus plantas, con un candil en su mano[15], y a Leandro guiaba. Y busca el paso, como la mar de resonante, de Abido la antigua, que acaso aún llore el sino y el amor de Leandro[16].

Pero ¿cómo Leandro, que en Abido casa habitaba, de Hero vino a prendarse, y en su amor a ella también prendió? La graciosa 30 Hero, que sangre de Zeus recibiera[17], sacerdotisa era de Cipris y, en bodas no instruida[18], vivía apartada de sus mayores, en una torre a la mar aledaña, cual segunda Cipris soberana[19]. Por templanza y recato jamás anduvo de palique en reunión de mujeres[20], ni el coro agradable formó con jóvenes de sus años, por querer evitar la celosa censura de las hembras, que en razón de belleza celosas son las mujeres[21]. Al contrario, siempre para hacerse propicia a Citerea, una vez aplacada Atenea[22], a menudo a Eros también, al tiempo que a su celeste madre, con ofrendas calmaba40, por temor a su ardorosa aljaba[23]. Mas ni así evitó sus flechas que fuego despiden.

Ya llegó, pues, la fiesta de Cipris[24] que a todos congrega, la que en Sesto celebran en honor de Adonis[25] y Citerea. En tropel se daban prisas por ir a la jornada festiva cuantos habitaban las costas de las islas que del mar viven[26]: de Hemonia[27] los unos, de la marina Chipre los otros. Ninguna mujer permanecía en las ciudades de Citera, ni danzante alguno en las laderas del aromático Líbano[28]. Nadie de esos 50 pagos faltaba entonces a la fiesta, ni el habitante de Frigia[29], ni



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